viernes, 13 de junio de 2008

Comentario de libros


Por Juan Antonio González Fuentes, domingo, 02 de diciembre de 2007
Hay novelas que a uno lo dejan completamente indiferente, es más, pasados los días ya apenas sí recuerda de qué iba el asunto que proponían, y su atmósfera se ha perdido por completo en el interior del lector sin haber dejado ni siquiera el rastro de un mal perfume. Ese tipo de libros, con el tiempo, cuando uno va haciéndose mayor y parece que pierde la vergüenza de equivocarse ante sí mismo, es mejor dejarlos arrinconados cuanto antes, a las pocas páginas degustadas si uno presume que la cosa va a terminar en nada, o lo que es peor, en algo prescindible.
Otras veces, por el contrario, las páginas de la novela leída le dejan a uno un rastro señalado a fuego, como si el libro fuera sencillamente un soplete cuya llama se ha aplicado a conciencia sobre la piel, la carne, las mismas entrañas dejándolas palpitantes y desnudas. Esto es lo que me ha ocurrido con el último premio Pulitzer y libro más vendido del año en los EE.UU, La carretera de Cormac McCarthy, trabajo que ha publicado el sello Mondadori en traducción de Luis Murillo Fort.
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