jueves, 22 de julio de 2010

Ninguneo


Cristián Warnken

Jueves 22 de Julio de 2010
www.emol.com

Ninguneo
“Ningunear” es uno de los neologismos más conocidos de Gabriela Mistral. Dudo que haya una palabra más gráfica que ésa para expresar el acto de desprecio y reducción del valor y la grandeza de alguien o de algo.El ninguneo es —para Mistral— una de las formas del endémico Pago de Chile, deporte nacional que cobró en ella misma una de sus víctimas. En Chile hay un largo historial de ninguneos y especialmente con nuestros grandes creadores. Si en este “erial remoto y presuntuoso” hemos tenido a gigantes de la talla de Violeta Parra, Vicente Huidobro, Matta o Arrau, ha sido casi por milagro. El milagro del espíritu que flota sobre un pantano de ignorancia, indiferencia y dejación.
Con un capital cultural así de ninguneado, es totalmente utópico conseguir algún día esa educación de “calidad” que tanto decimos anhelar. Por eso, cuando el Presidente de la República comunicó inesperadamente que los recursos comprometidos para la construcción del Teatro del Centro Cultural Gabriela Mistral iban a ser redestinados al Teatro Teletón, sentí el zarpazo del atávico ninguneo “a la chilena”. El primer ninguneado parece ser el propio ministro de Cultura, que hace poco había difundido por los medios la buena noticia de este nuevo y necesario espacio para una ciudad que aspira a ser una capital “moderna” en plenitud. Todos sabemos que aspirar no basta para “ser”.
Ninguneados se sienten también los artistas y creadores de Chile, que ven cómo con esta decisión se está borrando con el codo lo prometido a los cuatro vientos. A los artistas se los convoca muchas veces como comparsas de operaciones mediáticas: al poder le gusta a veces “vestirse” de cultura. Pero cuando se trata de quitar los fondos prometidos en proyectos emblemáticos y de largo aliento y permanencia en el tiempo, “si te he visto no me acuerdo”. Con medidas como ésta, este Bicentenario puede convertirse en el Bicentenario del Ninguneo. Ninguneo de Chile con su propia alma, con sus artes y culturas, desplazadas como siempre por otras prioridades de la agenda. La foto es elocuente: Don Francisco logró en minutos lo que el mundo de la Cultura y las Artes viene demandando hace décadas. Pero no es Don Francisco, sino la máxima autoridad de la nación quien debe cautelar los proyectos culturales emblemáticos por sobre todo cálculo de corto plazo. Este es un duro golpe para Luciano Cruz-Coke, un ministro que se ha tomado su tarea en serio, desmintiendo con los hechos el prejuicio (¿o juicio?) de que para la derecha la cultura sería sólo un lujo o adorno superfluo. Hoy ese prejuicio vuelve a instalarse con fuerza luego de este balde de agua fría lanzado a los creadores, gestores culturales y al público.
Es inevitable comparar lo que el país está haciendo en este Bicentenario tan cacareado, con lo que hicieron visionarios como Vicuña Mackenna y tantos otros que dejaron hitos fundantes en nuestra ciudad, como la Biblioteca Nacional, el Museo de Bellas Artes o el Teatro Municipal. De hecho, este teatro del Centro Gabriela Mistral era el único de esas características que se construiría en Chile, ¡desde hace más de un siglo! Si cree la autoridad que bastará cortar la cinta del Buque Fantasma que será este centro sin su teatro (como un hospital de Curepto más) y hacer desfilar unos carros alegóricos por la Alameda o lanzar globos y chayas desde el aire para saldar las deudas de Chile consigo mismo en materia cultural, está equivocada.
Este gesto público de ninguneo hiere más, por la forma en que fue hecho, “queriendo pasar gato por liebre” y a través de los diarios. Mala señal. El pueblo puede aplaudir a veces —en el corto plazo— el circo, pero ¿a quién recuerda Chile con más cariño, a Gabriela Mistral o a sus “ninguneadores” González Videla o Carlos Ibáñez del Campo?